En numerosas ocasiones viajar a civilizaciones anteriores como la Grecia o la Roma antiguas nos ayuda a comprender quienes somos hoy en día. Un ejemplo de ello es algo tan simple como las prácticas de higiene corporal.
¿Sabías que el momento del baño tenía connotaciones sociales, recreativas y terapéuticas para nuestros antepasados griegos y romanos? De hecho, la etimología de “higiene” deriva de la diosa griega de la salud, “Hygieia”.
Sin embargo, el concepto de higiene como herramienta para evitar enfermedades llegó en el siglo XIX junto a los grandes avances en el campo de la microbiología. Por otro lado, las nuevas investigaciones científicas señalan que un exceso de higiene corporal también puede llegar a ser contraproducente para la salud.
Aristóteles afirmaba que la virtud estaba en el punto medio: “La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”. Una frase que podríamos aplicar a casi todos los ámbitos de nuestra vida, ya que obsesionarnos tanto con la limpieza de la casa o con el aseo diario no es tan sano como en principio pueda parecer.
Consejos para tomar una ducha perfecta
En primer lugar, hay que verificar que el baño está en perfecto estado y que no tiene problemas de salubridad. Para ello, existen selladores resistentes a la humedad, que previenen, matan y repelen los hongos que ocasionan el desagradable moho. Otras recomendaciones para el aseo cotidiano son:
- Intentar favorecer el uso de la ducha frente a la bañera para ahorrar agua y cuidar del medio ambiente.
- La utilización de agua templada en la ducha es mejor para la piel. Si bien es cierto que el agua caliente también tiene numerosos beneficios para el cuerpo, mejor usarla con moderación, ya que puede resecar.
- No utilizar la misma esponja más de dos semanas seguidas. Las manos son sin duda la herramienta perfecta para limpiar nuestro cuerpo.
- Si nos duchamos diariamente, enjabonaremos únicamente las axilas, los genitales, las ingles y los pies. Por otro lado, si preferimos tomar una ducha dos o tres veces a la semana, podemos enjabonarnos todo el cuerpo tranquilamente.
- Emplear un jabón con PH neutro, es decir que esté entre 4.5 y 5.5, prestando especial atención si nuestra piel es atópica, hiperactiva o incluso hipersensible.
- Por último, secar todo el cuerpo para evitar que aparezcan hongos, aunque siempre con mucho mimo, ya que la finalidad es no irritar la piel en el proceso.
¿Hay un número idóneo de duchas a la semana?
Desde hace tiempo existe la eterna pregunta de cuántas veces deberíamos asearnos durante la semana. Es cierto que desde pequeños nos enseñan a ducharnos diariamente, aunque esto solo sería recomendable si hiciéramos deporte, realizáramos un trabajo físico o viviéramos en una zona cálida y nos percatáramos de nuestro olor corporal.
Cabe destacar que la prestigiosa revista estadounidense Time ha planteado esta pregunta a los mejores expertos del mundo. l. El profesor de dermatología de la Universidad George Washington, Brandon Mitchell, explica que nuestro cuerpo es una máquina que sabe cómo engrasarse de forma natural: “El cuerpo necesita cantidades pequeñas de jabón. Si te duchas a diario, es preferible enjabonarse solo las áreas más propensas a los olores fuertes como pueden ser los orificios, los genitales, las ingles y los pies. Respecto al cabello con lavarlo dos veces a la semana es más que suficiente”.
También es clave usar productos naturales que cuiden la epidermis y el cuero cabelludo, ya que ciertos químicos resecan e impiden la generación de la barrera natural que protege la piel frente a infecciones. Una opción muy saludable es la de elaborar este champú acondicionador a base de aloe vera con la receta que propone la Universidad Bolivariana de Venezuela. Por último, no te olvides de limpiar frecuentemente tus manos y tu ropa, pues es aquí donde se acumulan el mayor número de bacterias, suciedad y células muertas.