Durante los preparativos de la boda real entre Meghan Markle y el príncipe Harry, se habría producido un momento de tensión entre la reina Isabel II y la entonces futura duquesa de Sussex, según revela un libro reciente. 

La supuesta confrontación ocurrió en el contexto de la organización del banquete nupcial, y aunque no fue pública, deja ver que la relación entre ambas no siempre fue armoniosa.

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El momento tenso detrás de la reina Isabel II y Meghan Markle 

La diferencia de estilos y formas habría quedado en evidencia durante una sesión de degustación del menú en el Castillo de Windsor. 

Meghan, acostumbrada a una dieta basada en ingredientes naturales, habría mostrado su molestia por la presencia de huevo en uno de los platillos, solicitando que el menú fuera completamente vegano y macrobiótico.

Su manera de expresarse hacia uno de los proveedores no habría pasado desapercibida para la reina Isabel II, quien presenció el momento y decidió intervenir. 

Según el testimonio de Nicholl, la monarca llevó a Meghan a un lado y le hizo un comentario firme sobre la forma en que se debe tratar al personal, reafirmando los valores tradicionales de respeto y protocolo dentro de la familia real británica.

Este hecho, aparentemente menor, fue interpretado como una señal de que el estilo directo de Meghan no encajaba del todo con las reglas internas de la casa real. 

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La tiara prohibida y las normas no escritas que tampoco pasaron desapercibidas 

Otro momento delicado ocurrió cuando Meghan manifestó interés por una tiara decorada con esmeraldas para utilizar el día de su boda. 

A pesar de su entusiasmo, la reina Isabel II habría bloqueado esa elección, argumentando que no existía suficiente información sobre el origen de la pieza.

El protocolo de la corona británica exige que las joyas utilizadas en actos oficiales tengan procedencia comprobada y aceptada dentro de la colección real. 

Finalmente, se decidió que Meghan usaría una tiara de bandeau de diamantes que perteneció a la reina María, una joya con valor histórico, considerada apropiada para la ocasión.

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El vestido blanco y los símbolos de desacuerdo

La elección del vestido también generó opiniones encontradas en el seno de la monarquía. 

Meghan optó por llevar un vestido blanco sin adornos, lo cual causó cierta incomodidad debido a que había estado casada previamente. 

Dentro de los círculos tradicionales de la familia real británica, el blanco absoluto suele reservarse para novias sin matrimonios anteriores, aunque no existe una regla escrita al respecto.

Este detalle, junto con los incidentes previos, reforzó la percepción de que existían diferencias culturales y de protocolo difíciles de conciliar. 

A pesar de ello, la boda se celebró con éxito y fue transmitida a nivel mundial, siendo vista por millones como un acto que representaba una apertura dentro de la realeza.

Con el paso del tiempo, sin embargo, se ha puesto en duda si esa apertura fue realmente genuina o simplemente parte del mensaje público.

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