Cuando las luces rojas se apagaron en el Autódromo Hermanos Rodríguez aquel 1 de noviembre de 2015, México no solo recuperaba su lugar en el calendario de la Fórmula 1 después de 23 años de ausencia: inauguraba una era dorada que convertiría al Gran Premio de México en uno de los eventos deportivos más importantes de Latinoamérica y en un referente mundial de la máxima categoría del automovilismo.