Despídete de malos hábitos, ingiere alimentos de mejor calidad alimenticia, es mejor una manzana que una bolsa de papas fritas.
Práctica alguna actividad física todos los días, por lo menos 30 minutos.
Las dietas drásticas de apio y agua, solo lograrán descompensarte.
Come de forma inteligente, acude a un nutriólogo para que te asesore y construya un plan de comidas, de acuerdo a tus gustos y apto para tu organismo, recuerda cada cuerpo es diferente, lo que le funcionó a “Juan” no le funciona a “María”.
Trata de consumir carnes blancas en lugar de las rojas, es decir insaturadas, dan a tu cuerpo el nivel que necesita de proteína y para complementar frutas, verduras de temporada y por supuesto beber mucha agua.
Básico, olvídate de los dulces, los embutidos, la bollería, bebidas gaseosas, pastas y azúcares. Esto no quiere decir que los borres de tu panorama, pero si que no los consumas en exceso.
Consume “carbos” simples, revisa que contengan bajo índice glucémico (más adelante, en otro artículo, hablaremos específicamente de eso…).
Otra cosa importante, es tomar como mínimo 2 litros de agua, eso ya lo sabes…
Deja a un lado el alcohol y consume zumo de frutas, pues te aportará muchos beneficios.
Y finalmente respeta tus horarios de comida, a veces no es necesario que hagas 5 comidas al día, por ejemplo: si desayunaste bien, no hagas colación, espera a la hora del almuerzo. Comer entre horas no siempre aporta y justamente son estas comidas las que pasan la factura, viéndose reflejadas de inmediato en tu peso.