Durante casi tres décadas, un grupo de personas en California se reunió cada mes para leer el mismo libro. No era una saga ni una colección de tomos extensos. Era un solo libro: Finnegans Wake, escrito por el irlandés James Joyce. Y sí, tardaron 28 años en terminarlo.
Para quienes no lo conocen, Finnegans Wake es considerado por muchos como el libro más difícil del mundo. Fue publicado en 1939 y ha desconcertado a lectores durante más de 80 años.
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Está escrito en un lenguaje que mezcla decenas de idiomas, palabras inventadas y frases que parecen no tener sentido. Sin embargo, también ha sido aclamado como una de las obras literarias más ambiciosas de la historia.
¿Qué es Finnegans Wake y por qué es tan difícil de leer?
Para entender por qué este grupo tardó tanto, primero hay que saber qué tipo de libro es Finnegans Wake.
No se trata de una novela con una historia clara, personajes definidos y una narrativa tradicional. Al contrario: la mayoría de las frases parecen codificadas, las palabras están combinadas de forma poco convencional, y muchas partes están escritas en un lenguaje que parece inventado.
El autor, James Joyce, fue uno de los escritores más influyentes del siglo XX. Es conocido por su estilo experimental y por desafiar las normas de la escritura.
En Finnegans Wake, llevó su estilo al extremo: mezcló más de 70 idiomas en un solo texto, usó palabras con múltiples significados y rompió todas las reglas de puntuación y gramática.
Según los expertos, Joyce intentaba representar cómo funciona la mente humana durante el sueño.
Por eso, el libro no sigue una lógica común, sino que se siente como un flujo de pensamientos, imágenes, recuerdos y asociaciones que se entrelazan sin aviso. Es, literalmente, como tratar de leer un sueño.
El propio Joyce dijo una vez que sus libros no estaban hechos para leerse una vez, sino para dedicarles toda la vida. Y ese fue exactamente el espíritu que adoptó el club de lectura de California.
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Un club de lectura que se convirtió en comunidad
El grupo creado por Gerry Fialka en 1995 comenzó con sesiones en una biblioteca local. La idea era leer dos páginas de Finnegans Wake cada mes, comentarlas y tratar de encontrarles sentido. Pero muy pronto se dieron cuenta de que el libro era más complicado de lo esperado, así que redujeron el ritmo a una sola página al mes.
En cada reunión participaban entre 10 y 30 personas. Había de todo: jubilados, artistas, profesores, lectores casuales.
Uno de los miembros más activos fue Bruce Woodside, un animador retirado de Disney, que dijo que aunque muchas páginas parecen errores tipográficos, encontraba en el libro algo “visionario”.
Algunos asistentes se ausentaron por años y luego regresaron. En todo ese tiempo, el club fue avanzando muy lentamente, pero nunca se detuvo.
Cada sesión se convertía en una conversación abierta sobre lo que podría significar cada línea, palabra o idea. Como el libro no tiene una única interpretación, todo era válido.
Fialka describe su club no como un grupo tradicional de lectura, sino como una especie de “performance artística” u “organismo vivo”.
En lugar de tratar de entender el libro de forma académica, decidieron disfrutar el proceso de explorarlo juntos.
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¿Lograron terminar el libro Finnegans Wake?
Finalmente, en noviembre de 2023, el grupo terminó de leer las 628 páginas del libro.
Habían pasado 28 años desde la primera sesión. Pero en lugar de cerrar el ciclo, tomaron una decisión inesperada: empezar otra vez desde el principio.
Y tiene sentido. Finnegans Wake termina con una frase incompleta… que se conecta directamente con la primera frase del libro.
Esto refuerza la idea de que se trata de un ciclo, de algo que nunca termina. No es raro que otros clubes en el mundo también hayan decidido volver a leerlo después de terminarlo.
El caso del club de Fialka no es único. Hay al menos 50 grupos en todo el mundo que leen Finnegans Wake de forma colectiva.
Uno de los más conocidos, en Zúrich, ha leído el libro tres veces en los últimos 40 años. En una de esas ocasiones, les tomó once años completar la lectura.
Los expertos, como Sam Slote, coinciden en que este libro no está hecho para entenderse completamente.
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