Considerada como la actriz más talentosa de su generación, ganadora de dos premios Oscar por su interpretación de Katherine Hepburn en “El aviador” (Martin Scorsese, 2004) y su memorable rol como una socialité venida a menos en “Blue Jasmine”, el filme de Woody Allen de 2013, Cate Blanchett no deja nunca de sorprender. Puede aparecer como la reina Isabel I en una película y transformarse en Bob Dylan en otra, desapareciendo en su personaje con una maestría que solo Meryl Streep o Daniel Day-Lewis han mostrado.
Su energía es enorme y aparte de tener una espectacular carrera cinematográfica es una muy admirada actriz de teatro. “El teatro es mi primer amor, nunca pensé en convertirme en actriz de cine”. Eso la llevó desde 2006, y por cinco años, a hacerse cargo junto a su marido, el guionista Andrew Upton, de la Compañía de Teatro de Sídney. Y como si eso fuera poco, también tiene un feliz matrimonio, es madre de tres hijos y una hija adoptada en 2015, el mismo año que estrenó dos de sus películas más conocidas, “Carol” (Todd Haynes) y “Truth” (James Vanderbilt).
Este año, además de haber presidido el jurado del reciente Festival de Cannes, apareció en un rol muy distinto a sus habituales en “Ocean’s 8” (Gary Ross), formando parte de un elenco femenino donde también participaron Sandra Bullock, Anne Hathaway, Rihanna, Sarah Paulson, Helena Bonham Carter y Mindy Kaling. Cate asume el papel interpretado por Brad Pitt en otras “Ocean’s” de la saga, organizando una banda de mujeres que pretende robar una joya de diamantes avaluada en 150 millones de dólares durante la famosa gala del MET en Nueva York.
¿Crees que serías una buena ladrona, como tu personaje? ¿Qué robarías?
–Sinceramente sería una pésima ladrona. Tengo demasiado sentimiento de culpa y vergüenza. A veces, cuando voy al super- mercado, siento la tentación de llevarme alguna fruta o chocolate, pero nunca lo he hecho. Soy profundamente honesta.
Una de las mejores cosas de la película es tu relación con el personaje de Sandra Bullock. ¿Se conocían con anterioridad?
–No. Sólo conocía a Anne Hathaway y había trabajado con Sarah Paulson. Conocí a Sandra en el camión de maquillaje. Nos levantamos a las seis de la mañana la mayor parte del rodaje y apenas tuvimos tiempo para ensayar, pero igual que nuestros personajes, Lou y Debbie, nuestra relación se dio muy naturalmente.
¿Cuál fue tu primera joya?
–Una muy antigua que me dio mi abuela y que aún uso. Casi todas mis joyas son sentimentales y no caras. Si tuviera joyas de Cartier, las guardaría en una caja de fondos. Me daría demasiado miedo usarlas.
¿Cuál crees que es la ventaja de las mujeres cuando se trata de realizar un robo como el de la película?
–Las mujeres muchas veces somos invisibles, nadie nos mira. Y otra ventaja es que desde el comienzo las mujeres han sido manipuladoras, es un arma para sobrevivir.
¿Esto ya está cambiando?
–Sí, porque ahora nos apoyamos unas a las otras. A veces, cuando estás en el set sólo con hombres, te inhibe un poco hacer preguntas. Pero eso ya casi no ocurre. Generalmente ya no pienso en el tema de mi género. Si una puerta se me cierra, quiero cruzarla. Me gusta ser como Alicia en el País de las Maravillas y abrir puertas. Cuando me gradué de la Escuela de Drama, la gente no sabía qué hacer conmigo. Decidí aceptar pequeños roles y continuar con mi carrera en el teatro.
¿Fue así como comenzaste?
–Sí. Amo el teatro. Hace muchos años, justo después de mi graduación, me ofrecieron un papel en “Oleanna”, la obra de David Mamet, en una producción de la Compañía de Teatro de Sídney. Mi coprotagonista fue Geoffrey Rush. Y recuerdo haber pensado que esa era la cima, que no podía pedir algo mejor y que de ahí en adelante todo iría cuesta abajo. Por suerte, el panorama ha cambiado mucho para las actrices de cine. Hubo muchas mujeres antes que pavimentaron el camino para darle más longevidad a nuestras carreras. Cuando comencé, me aconsejaron que hiciera el mayor número de proyectos y lo más rápido posible, porque, con suerte, mi carrera duraría cinco años. Generalmente en Hollywood las actrices desaparecían después de los 40. Eso cambió. Estoy tratando de ser optimista y positiva, aunque sigo tratando cada uno de mis proyectos como si fuera el último.
Te has convertido en una gran activista del movimiento “Time’s Up”. ¿Qué cambio esperas ver en Hollywood al respecto?
–Antes que todo, éste es un movimiento que no tiene líderes ni jerarquías. Es más grande que cualquier individuo. Es muy importante tener una plataforma en esta industria. Los artistas están siempre en la avanzada. Son los primeros, por ejemplo, en mudarse a barrios alternativos donde nadie quiere vivir y esa mentalidad se traslada a lo intelectual, político y social. Siento que los cambios dependen de nosotros, cambios sísmicos en nuestra industria. Me parece que la igualdad de género y la igualdad en general no es un tema político, sino humano.
En Cannes mencionaste que rechazaste un proyecto porque no te ofrecieron equidad de pago…
–Es verdad. Un cambio no ocurre de la noche a la mañana, pero lo importante es que estamos progresando. En cualquier industria donde una mujer realice el mismo trabajo que un hombre, el salario debería ser igual. Y no se trata de codicia. He hecho películas donde me han pagado 10 mil dólares y he puesto esa misma suma para que el filme no se desmoronara. No entré a esta industria para ganar dinero, pero si mis colegas están haciendo el mismo trabajo que yo, no veo por qué debería ganar menos que ellos.